Nadie dijo que fuera fácil, eso debieron pensar unos jóvenes irlandeses que a finales de los ochenta se unieron para crear un grupo musical, quien les iba a decir que sus ilusiones, su energía y talento les devolvería una dulce salsa de arándanos en forma de éxito y fama internacional. Hablar de The Cranberries es sin duda hablar de Dolores O’Riordan, para mí, el alma de la banda.
Este nuevo año lo estrenamos con la noticia de su muerte. Un escalofrió por todo el cuerpo, seguido de un sentimiento irracional de rabia y desolación, me sacudió al enterarme de la noticia.
¡Mi irlandesa preferida! No puedo creer que te vayas así. Estoy cansado de futuros mitos musicales que entregan sin saberlo su vida por la causa. Querida niña desgarbada me niego a pensar que sucumbiste sin tregua a la melancolía que respiraste desde pequeña, acrecentada por una influencia atroz del movimiento grunge. Tú no fuiste una susodicha dama del grunge, aunque tus alaridos más famosos cargados de sentimiento y guitarras con notas sucias te hicieron apegarte a este género y brillar en este campo. La voz de la O’Riordan tenía duende, un quejío magistral con cierto aire del estilo tradicional irlandés. La fuerte personalidad de esta mujer es indudable, se reflejaba en su forma de interpretar las canciones.
Se ha dicho de ella que era una mujer mentalmente algo inestable con tendencia a la tristeza, algo de eso se impregnaba en sus letras, letras que iban desde una reivindicación social sobre el conflicto norirlandés a sentimientos más universales como el amor, desamor y sobre todo la familia.
Nadie dijo que fuera fácil, nadie te avisó de que marcarías una época en la vida de miles de adolescentes que vociferaban sin parar himnos perennes como el espectacular “Zombie”. Nadie te avisó de que formarías parte de un selecto grupo de voces prodigiosas que marcan el mundo de la música, nadie te avisó de que serías madre, nadie te avisó de que llenarías estadios, que cantarías con descomunales tenores líricos, nadie te avisó de que tu último latido sería en un hotel londinense, esperando comenzar un nuevo día. Nadie nos avisó a nosotros de que te ibas, nadie nos avisa a todos de que la vida es tan efímera, de que estamos de paso. Por eso, y por todo lo que tú nos has dado con tu música, te brindo este humilde homenaje.
Gracias Dolores Mary Eileen O’Riordan Burton, gracias por entregarnos tu inmenso talento, gracias por mostrar tú yo más íntimo en cada composición e interpretación. Los que nos quedamos por aquí seguiremos disfrutando de tu legado, seguiremos lidiando con fantasmas, esquivando zarpazos inesperados, dulcemente mitigados con tus arándanos por siempre de temporada.